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A mediados de septiembre, Germary Salas tenía planeado viajar a su natal Venezuela para renovar su pasaporte vencido, un procedimiento que no pudo completar en Perú, donde reside, debido al cierre de la Embajada venezolana en Lima a principios de agosto.
Esta sede diplomática, junto a otras en Argentina, Chile, Costa Rica, República Dominicana, Panamá y Uruguay tuvieron que cerrar sus puertas después de que el 31 de julio pasado el presidente venezolano Nicolás Maduro anunciara la ruptura de relaciones con esos gobiernos, que desconocieron los disputados resultados oficiales que lo dieron como ganador de las elecciones presidenciales en Venezuela.
Salas, de 22 años, fue una de los miles de venezolanos afectados por la nueva situación. La joven logró viajar con un salvoconducto, pero al hacer escala en Colombia, le fue negada la entrada a su país. Las autoridades migratorias colombianas le informaron que no podía ingresar a la nación con pasaporte vencido, contó a la Voz de América.
“Me dijeron que no, una supervisora me pidió el salvoconducto, según lo mandó a Venezuela y ellos se negaron porque debía ser emitido por una Embajada venezolana, pero resulta que en Perú no hay”, recordó.
La joven asegura que, como opción, las autoridades del aeropuerto le ofrecieron tramitar el documento en la Embajada de Colombia, aunque tardaría entre 24 y 72 horas y debía pagar ciertos gastos.
“Yo decidí irme hasta Cúcuta, allí un taxista de confianza me buscó y crucé la frontera en el taxi, de forma normal, de hecho sellé la entrada a Venezuela con pasaporte vencido, pero lo hice por tierra”, cuenta la venezolana, quien luego viajó en avión hasta Caracas.
El trámite del pasaporte dentro del territorio venezolano no es sencillo. Puede costar unos 200 dólares, las citas no son expeditas, el sistema de registro se cae constantemente, y las filas son enormes; sin embargo, el plazo de entrega puede ser más expedito.